¿Te has visto alguna vez en el supermercado, mirando dos bandejas de frutas exactamente iguales, sin saber de dónde vienen, cuánto habrán pagado al productor y qué elegir?

En Wakaya lo hemos visto muchas veces, hasta que decidimos actuar para apostar por mercados locales, comprar todo de temporada y prescindir de aquellos productos de los que dudaba de su origen, que estaban sobre envasados o que venían del otro lado del mundo.

Sobre la mesa está presente cómo nos sentimos, nuestras preferencias, lo que tenemos, lo que necesitamos, cómo nos relacionamos y qué celebramos. Nuestra comida y la manera de alimentarnos son el vínculo más directo y diario que tenemos con la naturaleza y el reflejo del mundo que queremos.

La gastronomía muestra nuestra diversidad y nuestra historia, cómo hemos sabido transformar lo mejor de la tierra y cómo hemos innovado generación tras generación. Las decisiones sobre cómo nos alimentamos pueden convertirse en el motor más cotidiano para mejorar el vínculo con el entorno en el que vivimos, y la capacidad que tenemos para regenerar, transformar y ser sostenibles desde nuestras decisiones cotidianas.

En el centro de esta transformación está el lograr dietas más saludables, que reduzcan la cantidad de proteína animal (carne y pescado), el cambio del uso de los recursos hídricos y de la tierra hacia modelos que además puedan restaurar las capacidades perdidas en estos ecosistemas. Accediendo a comida de mayor calidad, reduciendo la pérdida de alimentos, y planteando otros modelos agrícolas, se podrían liberar hasta 1,2 billones de hectáreas de tierra para 2050 en el mundo, cuyo suelo podría ser restaurado, teniendo beneficios en términos de reducción de emisiones, biodiversidad o recursos hídricos, siendo además un importante sumidero de carbono (FOLU, 2019)

El informe de la Consulta Global de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU) identifica 10 transformaciones necesarias que traen beneficios a todos los niveles desde la alimentación. El término “sistemas de alimentación y uso del suelo” abarca todos los factores en las formas en las que se usa el suelo y se producen, almacenan, empaquetan, procesan, negocian, distribuyen, comercializan, consumen y desechan los alimentos. Comprende a todos los sistemas sociales, políticos, económicos y ambientales de estas actividades, incluidos los sistemas acuáticos, marinos y de agua dulce. La transición hacia otros sistemas de alimentación y uso del suelo podría tener como resultado mejoras ambientales, de salud humana, desarrollo inclusivo y acceso a alimentos. Esto generaría retornos sociales de alrededor de 6 trillones de dólares al año, más de 15 veces el costo de inversión, y crearía nuevas oportunidades de negocios por valor de hasta 4,5 trillones de dólares al año en el mundo.

A escala mundial, la cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático, provienen de los sistemas alimentarios, de la agricultura y del cambio de uso del suelo.

En regiones como América Latina, la cifra asciende a casi la mitad de las emisiones (un 47%). Contando siempre con emisiones en origen, ya que muchos de estos productos (como ocurre con el pienso o con el aceite de palma) son exportados a países con menor huella directa en emisiones, para formar parte de otro elemento del sistema alimentario (ganado en el caso del cereal para pienso, o productos procesados en el caso del aceite de palma)

El sistema de alimentación y cultivo de la tierra genera costes ocultos o externalidades que se estiman en hasta 12 trillones de dólares al año, un número mucho mayor que el valor de los mismos sistemas medidos a precios de mercado. El sistema de producción alimentaria actual es ineficiente a escala mundial, con una pérdida de productividad de hasta el 50% en Iberoamérica en mermas y desperdicio alimentario.

El informe de la consulta global de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU) identifica diez medidas necesarias para esta transformación, que se ordenan en cuatro niveles relacionados entre ellos:

  • Alimentación saludable: tomar decisiones de consumo más informadas y saludables para la población y el planeta, logrando que todas las personas puedan tener acceso a productos saludables y puedan decidir sobre su consumo.
  • Soluciones basadas en la naturaleza: técnicas de agricultura regenerativa, nuevos enfoques para proteger los bosques y gestionar la pesca y los océanos.
  • Mayores opciones de consumo: diversificando opciones dentro de sistemas locales y circulares, con nuevas fuentes de proteínas y reduciendo la pérdida de alimentos. No hay que olvidar que el 60% de las calorías consumidas provienen ahora de cuatro alimentos (trigo, arroz, maíz y patata) y que el 70% de la producción de grano se destina a pienso animal.
  • Inclusión social: se encuentra en la base, ya que es fundamental fortalecer los medios de vida rurales, apoyar la innovación digital en el sector alimentario y que las mujeres sean apoyadas al tomar decisiones para sus familias y comunidades.

Esta oportunidad de transformación del sistema de alimentación y de uso de tierra se centra sobre todo en mejores resultados ambientales (en términos de reducción de emisiones y recuperación de biodiversidad) y una mejora de la salud humana (a través de dietas más nutritivas y saludables). En términos globales se ha estimado un retorno de hasta 5 trillones de dólares anuales si se aplicaran estas medidas, 15 veces más que la inversión necesaria.

La aplicación de estas diez medidas al sistema alimentario en Iberoamérica haría posible la generación de oportunidades de empleo y desarrollo inclusivo, acelerando una mejor renta para la población que vive en zonas rurales.

La agricultura familiar representa algo más del 80% de las unidades productivas agropecuarias de América Latina y el Caribe y es la principal fuente laboral del sector agrícola y rural. Se estima que en Chile el 27% de los ingresos provienen del agro familiar, el 38% en Colombia, 47% en México y 75% en Nicaragua (FAO, 2016)

Más info super completa aquí, en el minisite y en el II Informe La Rábida sobre Innovación para el Desarrollo Sostenible en Iberoamérica