Esta es una de las conclusiones que recoge el informe “Sistemas Alimentarios y Cambio Climático en Iberoamérica”, realizado por el Observatorio La Rábida de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático para Iberoamérica y presentado en el marco de la última Cumbre Iberoamericana.
Este informe también sirvió para impulsar Wakaya.org, ya que gracias a estos datos nos dimos cuenta de la importancia de trabajar la alimentación a todos los niveles, comenzando por fomentar dietas más saludables, en lo que tiene un papel fundamental los caterings y el sector de la restauración.
“La alimentación se encuentra profundamente afectada por el cambio climático y es al mismo tiempo el sector que mayores oportunidades ofrece para mitigarlo, especialmente en la región de América Latina”
Transformar la forma en que nos alimentamos es una oportunidad de bienestar para Iberoamérica, su población y sus ecosistemas (Rosa Castizo, editora fundamental del informe).
Los eventos extremos vinculados al cambio climático están impactando a toda Iberoamérica y se prevé que se intensifiquen, explica Castizo. Esa realidad supone el incremento de las temperaturas y de las sequías, así como el aumento del nivel del mar, la erosión costera y la acidificación de los océanos y lagos. Y al mismo tiempo, la mayor severidad de las sequías, junto con la disminución del suministro de agua afectan a la producción agrícola y a la pesca, con el consecuente perjuicio en la seguridad alimentaria.
Por su parte, los sistemas alimentarios, que sufren las consecuencias del cambio climático, son responsables de al menos, el 30 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) que lo provocan. Esta cifra se eleva a 68% para el caso de Iberoamérica, donde dos terceras partes de las emisiones están vinculadas a la producción, transporte, transformación o desperdicio alimentario.
De forma específica, la producción alimentaria concentra el 45% del total de las emisiones de los sistemas alimentarios en Iberoamérica, mientras que el uso y cambio de uso del suelo representa el 38%, destaca el tercer informe del Observatorio La Rábida.
Malnutrición y desperdicio alimentario
En 2021, América Latina registró la prevalencia de hambre más alta desde 2006 y afecta al 8,6% de la población, es decir, a 56,5 millones de personas. La inseguridad alimentaria moderada o grave alcanzó al 40,6% de la población: 268 millones de personas, una terrible cifra por encima del promedio mundial. Así lo alertaba hace pocas semanas el subdirector general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Mario Lubetkin en un artículo publicado en el portal Somos Iberoamérica.
Proyecto de empoderamiento económico y cultural de las cocineras indígenas (Shuar) en Ecuador. Foto: ©Ibercocinas
A la falta de alimentos se suma el hecho que una alimentación de calidad es inasequible para buena parte de la población de América Latina: 131 millones de personas no pueden acceder a una dieta saludable en una región donde la canasta básica saludable registra el costo más alto (3,89 dólares por persona al día) en comparación con el resto de las regiones del mundo, según datos de la FAO.
El hambre y la malnutrición alcanzan cifras récord en América Latina: 56,5 millones de personas (8.6% de la población) está afectada por el hambre y un 22% de la población no puede costear una dieta saludable
Por tanto, a las repercusiones ambientales del actual modelo alimentario, se suma “la triple carga de malnutrición que padecemos como población iberoamericana, donde las cifras de obesidad en la infancia cada vez se acercan más a las de desnutrición”, explica Castizo, en referencia a las cifras de la FAO.
Asimismo, el último informe del Observatorio La Rábida visibiliza un dato llamativo: una tercera parte de los alimentos (unos 1.300 millones de toneladas anuales) se pierden o se desperdician en Iberoamérica, lo que suma un impacto medioambiental negativo sin cumplir la función social de alimentar a la población de forma nutritiva y saludable.
“Evitar este desperdicio, no solo reduciría las emisiones y la presión sobre los ecosistemas, a la vez que contribuiría a luchar contra la inseguridad alimentaria y a una alimentación más saludable de la población”, explica la coordinadora del Observatorio La Rábida.
¿Cómo transformar los sistemas alimentarios?
Resulta paradójico que en una región que produce el 14% de todos los cultivos del mundo y que representa el 13% de la producción pesquera y ganadera mundial, gran parte de la población no tenga disponibilidad de alimentos suficientes y saludables, apunta la coautora del informe.
“Ante esta realidad, nos parece muy importante ofrecer datos, respuestas y alternativas que permitan acelerar la transformación de nuestros sistemas alimentarios para frenar el cambio climático y garantizar el bienestar de la población”, subraya.
Para lograrlo, el tercer informe del Observatorio La Rábida, realizado con la colaboración del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) y la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), apunta a la necesidad de impulsar cadenas más cortas de producción y consumo, así como dietas más sostenibles, diversas y saludables.
“La complejidad de los sistemas alimentarios y la dimensión del desafío del cambio climático requiere actuar a diferentes niveles. El primero de estos niveles se refiere a las personas, que en el informe denominamos inclusión social, y equidad de género”, explica Castizo.
América Latina produce el 14% de todos los cultivos a nivel mundial, pero ha registrado cifras récord de inseguridad alimentaria y malnutrición.
También es clave avanzar hacia una producción y un abastecimiento más sostenibles, incentivar la transformación de nuestras dietas e implementar las conocidas como Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN) como agricultura regenerativa, agro reforestación, restauración de ecosistemas o pastoreo inteligente. Estas actividades tienen el gran potencial de capturar CO2, generar empleos y estimular una nueva economía regenerativa, revela el informe.
La transición hacia nuevos sistemas alimentarios pasa por impulsar cadenas más cortas de producción y consumo, dietas más sostenibles, diversas y saludables, así como impulsar las conocidas como Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN).
“Por la urgencia de las medidas necesarias, hemos incluido en el informe una serie de recomendaciones en cuatro niveles de acción que se requieren para que los sistemas alimentarios cuiden tanto de las personas como del planeta, destacando las buenas prácticas que ya suceden en Iberoamérica y las recomendaciones para mejorar”, explica la coautora del documento.
Apuesta medioambiental en Iberoamérica
A lo largo de los últimos años, la respuesta al desafío medioambiental, que no solo incluye el cambio climático, sino la pérdida de biodiversidad y la contaminación, se ha convertido en una prioridad de acción a nivel iberoamericano. Este camino tomó forma en 2018 cuando en la Cumbre de La Antigua, Guatemala se decidió alinear la acción iberoamericana hacia el cumplimiento de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, algo que se materializó con la reactivación de la Conferencia Ministerial de Medio Ambiente, convocada en septiembre de 2020, tras once años de pausa.
La XXVIII Cumbre Iberoamericana desarrolló aún más este compromiso ambiental, tras la aprobación al más alto nivel político de la Carta Medioambiental Iberoamericana un producto del diálogo entre gobiernos, expertos, organismos internacionales, redes medioambientales especializadas y la evidencia científica aportada por el Observatorio La Rábida, que desde 2018 elabora un informe bienal que acompaña el trabajo del sistema iberoamericano.
También en la última Cumbre Iberoamericana se da luz verde a que la dimensión medioambiental sea transversal a la acción de toda la cooperación iberoamericana y se refuerza la protección del medioambiente como una de las áreas prioritarias del III Plan de Acción Cuatrienal de la Cooperación Iberoamericana (PACCI).
El plan de acción de la cooperación iberoamericana 2023–2026, también aprobado en la pasada Cumbre de Santo Domingo, consolida la alineación de Iberoamérica a la Agenda 2030, donde la alimentación y la promoción de sistemas alimentarios sostenibles ocupan un lugar central.
Por todo ello, seguridad alimentaria y cambio climático son dos desafíos globales que enfrentan en mayor o menor medida todos los gobiernos de la región. De allí la importancia de este estudio y de la Ruta Crítica para una Seguridad Alimentaria, documentos que impulsan una transformación profunda de los sistemas alimentarios para avanzar hacia una Iberoamérica sin hambre que además preserve el medioambiente para las próximas generaciones.